Llevo en este mundo 114 días, y hoy he conocido de verdad, lo que es la lluvia.
Mi ama me ha asomado a la ventana, y juntas hemos visto como caía del cielo las lágrimas de los ángeles.
Deben estar muy tristes, porque en todo el día no ha parado de llover.
Mamá dice que estos días la ponen triste, porque no puede salir a la calle.
La verdad que a mi, me ha gustado, y si fuera más mayor saldría afuera, para ponerme bajo la lluvia, y pisar los charcos.
Estoy escribiendo esto con ayuda de mi Tito Juan, y como no tiene muchas fotos mías, a buscado una imagen en un buscador con un nombre muy raro, para ponerla en esta entrada.
Dice que a mi papá le gusta mucho un grupo de música que se llama
El último de la fila, y con su ayuda hemos decidido dedicarle esta canción:
Todo el día llovió,
toda la noche lloviendo;
quiero estar donde tu estés,
llamar al encantamiento.
Que silbe el viento
que quiero entender
en su voz
llamadas divinas
desde el sol.
Alas en vez de corazones
que el espíritu nos elevea las nubes.
Dejar de sufrir;
no ser tierno ni cruel
ni decrépito
en mi esencia de ser.
No volver a camino abierto.
No admitir que me marquen.
Si empleo la fuerza de mi corazón
y gasto mi espíritu para soñar.
Que me puedan mentir
o decirme lo que es mejor.
Que yo sepa negarme a su juego.
Barre el viento lo que es incierto y es
la vida lo peor del desierto que es la
propia vida.
No volver ni aún en ángel.
Rechinar, fiero el ceño.
Retumbar, siempre que haga falta,
en las puertas del infierno.
Me niego a creer lo que dicen;
no quiero tomar lo que ofrecen.